Entrevista a Diego Mezarina, director de Perversos 0 1396

Diego Mezarina creció con la compañía constante de Jason Voorhees y Freddy Krueger. Fueron las sagas de Pesadilla Viernes 13 las que cultivaron una afinidad por las cintas gore de los años 80 y 90.

Estas influencias lo llevaron a realizar su primera película, Perversos, una incursión del cine peruano en el género del terror extremo.

Siguiendo la batuta de filmes como Masacre en Texas de Tobe Hooper, la película somete a un grupo de jóvenes playeros al sadismo de la psicopática familia Uriarte.

Diego conversó con FotografiaCalato.com acerca de este proyecto; la oportunidad de trabajar con actores de trayectoria como Humberto Cavero o Haydee Cáceres, junto a figuras jóvenes como Andrea San Martín o Rocío Gómez; el cine de terror en el Perú y lo que necesita cualquier director interesado en las cintas de género; además de sus ambiciosos planes futuros para la película.

Un agradecimiento a Diego Mezarina por su tiempo.

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Cofundador y editor en FotografiaCalato.com. Bachiller en Periodismo de la Universidad Católica del Norte en Antofagasta, Chile. Master en Creative Writing, Publishing, and Editing (Escritura Creativa y Edición) de la Universidad de Melbourne, en Australia Redactor de Godard! Revista de Cine desde el 2005. Ha sido redactor de la revista de cine australiana Filmink. Colabora con el portal de noticias canadiense ScreenAnarchy. Miembro de la Asociación Peruana de Prensa Cinematográfica (APRECI). Escribe el blog semanal Cinéfilo de Martes en la página web del diario Publimetro, además de colaborar con otros medios nacionales e internacionales. Redactor de la página web No Es En Serie, dedicada a series de televisión. Además mantiene su propio blog, Desaires, desde el 2005, donde escribe sobre cine, música y temas afines.

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ENTREVISTA: Amiel Cayo 0 6065

Amiel Cayo (Puno, 1969) ha logrado destacar en los últimos años por sus papeles en filmes como La Deuda (Oliver’s Deal en inglés) de Barney Elliott y Retablo de Álvaro Delgado-Aparicio. Pero además de su faceta como actor, es un polifacético artista aficionado a las artes plásticas y la pintura, un fabricante de máscaras que además ha publicado tres libros: Willka Nina (2015), El Gato Pany (2016) y Juegos de Muerte: Tres Obras de Teatro (2016). Como director teatral, ha dirigido, entre otras, la obra para niños El Zorro y el Cuy.

Toda una experiencia que Amiel ha puesto en servicio del desarrollo cultural de su natal Puno y el Perú: Tuvimos la oportunidad de conversar con este actor acerca de su variada y muy creativa carrera artistíca.

 

Te dedicas a muchas disciplinas. ¿Cómo han contbuido todas a tu formación actoral?

En general, el arte te da la sensibilidad suficiente para percibir el mundo que te rodea. Desde niño, yo empecé con las artes plásticas, el dibujo, la pintura y ahí me he ido formando hasta la adolescencia. Esa práctica te afina la sensibilidad y ves las cosas de otra manera.

Empecé a hacer teatro por esas casualidades de la vida; no pensaba jamás hacerlo o entrar en la actuación, pero fue un mundo que me fue atrapando. Es una disciplina muy compleja donde pueden confluir diferentes habilidades, tanto la música, el canto, la actuación, inclusive otro tipo de saberes del conocimiento humano, como la ciencia.

A los 14 años me inserto en la vida cultural de Puno, participando activamente en varios movimientos y grupos culturales, como el Grupo Cuaternario, que era de pintores; la Asociación Juvenil Puno, que hacían música; fundando la Asociación Escena Inca para empezar a hacer teatro; posteriormente fundo mi propio grupo, que se llamó Yatiri.

¿Era donde bailabas?

No, era de teatro. Pero siempre, desde niño, he estado permanentemente con la Fiesta de la Candelaria todos los años, bailando. Recuerdo que cuando tenía 11 años un amigo me invito a tocar zampoñas en un conjunto. Fui, regresé como a las nueve de la noche a casa y mi mamá me esperaba y me dice “¿Qué haces, donde fuiste?”; yo feliz, “Mamá, estoy aprendiendo a tocar zampoña”, “¿Cómo? ¡No puede ser, como te vas a juntar con esos borrachos!” y así. Nunca más volví al grupo, hasta que a los 14 años me encontré con la Asociación Juvenil Puno, chicos que hacen otro tipo de música, entonces con una mayor capacidad de decisión, me uní. Fue una etapa muy rica para mí, que siempre recuerdo con mucho beneplácito; todas las vivencias que tuve y la formación, fueron las bases para lo que fui desarrollando en el futuro.

Hemos hablado de artes diferentes. ¿Cuál podrías decir es tu favorita? Y también, ¿Cuál ha sido tu actuación favorita?

De todas las disciplinas que he desarrollado y practicado, diría que es el teatro, la actuación, lo que más me ha llenado como ser humano, es donde han coincidido mis habilidades con las artes plásticas, la música y el canto. Aparte está el trabajo actoral en sí, porque tiene una dinámica compleja de entrenamiento, de preparar y construir los personajes; inclusive eso me permitió incursionar en la dramaturgia, que ahora aplico en la escritura de cuentos y novelas que estoy desarrollando. Todo eso a través de la actuación y el teatro.

En Extirpador de Idolatrías, colaboraste haciendo las máscaras y parte del arte.

Fue una manera de retomar; cuando empecé a hacer teatro, mi trabajo con las artes plásticas había quedado relegado. También me empecé a dar cuenta de la posibilidad de utilizar la máscara como un elemento plástico en la escena. Entonces empiezo a retomar; como ya tenía esa habilidad de modelar, dibujar, trabajar eso con las manos, empecé a investigar y desarrollar. Paralelamente a mi carrera de actor, hice carrera como artista plástico especializado en la construcción de máscaras.

Cuando se hizo Extirpador de Idolatrías, se requería para una escena medio fantasiosa, que me hacía recordar un poco a Akira Kurosawa, el director (Manuel Siles) me solicitó que le preste algunas máscaras y es así como se incorporaron a la escena.

¿Y que hacías con las máscaras, con tu trabajo? ¿Lo vendías en Puno?

No, porque este trabajo básicamente lo he desarrollado en Lima. En Puno recién están empezando a reconocerme, me mudé para allá hace dos años y estoy trabajando y haciendo una labor cultural fuerte. No me conocían como mascarero, pero sí aquí en Lima, de aquí pude salir a otras regiones donde sí he sido reconocido como artista de la máscara.

¿Mientras actuabas, te ganabas la vida haciendo máscaras?

Sí, claro. He tenido varios talleres aquí en Lima. En Yuyachkani fue donde más aprendí sobre las técnicas de elaboración, investigué sobre los personajes, las fiestas, como se usan las máscaras en la representación; no sólo hablamos de teatro, sino también la danza y otras disciplinas donde la máscara puede ser un elemento muy potente. Eso se lo debo a la Sala de Máscaras de Yuyachkani, ahí trabajé mucho tiempo hasta que salí para hacer mi propio taller y así desarrollarme y seguir aprendiendo, haciendo máscaras para muchos espectáculos, eventos, hasta ahora. A veces me solicitan de otros países para que les envíe máscaras. Pero digamos, es un trabajo complementario, no uno principal; me he abocado a la actuación, tanto en teatro como en cine.

 

Amiel y una de sus máscaras

 

Has hecho personajes completamente opuestos en tus roles en el cine y algunos son chamanes, hombres peligrosos y malvados, homosexuales enclosetados. Hay varios que no he nombrado, pero: ¿cuáles te han gustado más, te sientes identificado con alguno? ¿Crees que alguno haya trascendido?

De todas las películas que he hecho, que son seis largometrajes y tres cortos, está el personaje que desarrollé para La Deuda, un padre muy severo con su hijo y también muy protector, muy duro cuando los extranjeros quieren comprar sus tierras. Esa dureza, esa fortaleza, es quebrada por una situación que le pasa al personaje. Trabajar ese quiebre de alguien que a fin de cuentas es humano ha sido muy interesante y también ha tocado bastante fibras internas mías.

Otro personaje al que tengo mucho cariño es Noé Páucar de Retablo. Muchos dicen que el tema de la película es la homosexualidad reprimida y enclosetada que a veces se vive en el Ande y cuando se descubre es una bomba que estalla; estas actitudes a veces son mal vistas y reprimidas severamente por la gente. Trabajar esa sutileza no es trabajar lo obvio, lo exagerado de una persona en una situación así; para eso tuve que reconstruir la historia del personaje para poder representarlo frente a cámaras. Obviamente esa historia no se ve ni se dice en la película, pero el espectador lo siente.

En ambos casos siempre prima lo que es el amor, el amor filial, paternal, tanto en La Deuda como en Retablo. Una de las cosas que siempre me gusta trabajar es el no estereotipar al hombre andino, sino representarlo tal como es. He visto muchas películas y series donde hacen un estereotipo del hombre andino; en su forma de hablar, en su forma de vestirse, a veces cae en la chabacanería y eso no es bueno.

En el caso del chamán de Extirpador de Idolatrías, ¿cómo lo construiste?

Yo creo mucho en la espiritualidad; he visto a mi abuelo Ignacio hacer ceremonias de agradecimiento a la Pachamama y lo he tomado como referente. He aprendido mucho de él, crecí desde niño a su lado, me enseñó muchas cosas y cuando hago el personaje del chamán, me remito a mi abuelo para poder hablar con propiedad hacia el personaje del niño; soy como su protector. Al mismo tiempo, un chamán siempre es una representación del espíritu de alguna deidad andina; puede ser un apu, puede ser la cochamama, el inti, en fin, son varias deidades. En este caso, el referente de este chamán es el espíritu de una montaña.

Has hecho La Deuda, que es una co-producción; has estado en Lima, en zonas andinas, pero no has podido rodar en Puno, por ejemplo. Cuéntanos sobre estas experiencias.

La Deuda fue una superproducción con actores de Hollywood como Carlos Bardem o Stephen Dorff; para manejar todo el aparato logístico de ese tipo de producción, se requieren muchos recursos económicos. De igual manera Retablo, que aunque haya sido una producción peruana es una muy grande, de grandes recursos financieros. Rodé El Viaje Macho en Huancayo, una producción regional y el año pasado trabajé como asistente de dirección en Cusco, en Encanto de Sirena de Walter Aparicio. Las diferencias de rodar en producciones de Lima son el manejo de recursos que tienen y el profesionalismo con el que se manejan. En las regiones se intenta hacer un trabajo profesional, pero todavía están muy retrasados los mecanismos para conseguir fondos, para producir, tanto en el pre, el durante y el post; las producciones regionales en las que he trabajado adolecen de eso. En cierta medida han cubierto una parte, pero eso se suple con la creatividad de la gente que se involucra en las producciones, tanto en cámaras, luces, arte y todo eso. Todavía hace falta mayor conocimiento sobre cómo es la mecánica de producción de cine. Aún no he rodado en Puno porque no he tenido la oportunidad; vengo desarrollando proyectos para a futuro hacer algo ahí.

El año pasado hice un curso de Producción de Cine; para la mayoría en Puno, hacer cine es tomar una cámara, decirle “muévanse” a los actores y ya está. No hay una buena planificación, un planteamiento de lo que es la producción. Tratamos de abordar estos temas en el taller. El haber rodado seis películas me da la experiencia; he podido conocer aspectos no sólo del trabajo actoral, sino también he visto la parte de dirección, técnica y de producción.

 

 

Perú es uno de los países que menos invierte en cine, en educación, en todos estos procesos alrededor del cine. Tampoco hay una Ley de Cine revisada y actualizada, algo que sí tienen casi todos los países latinoamericanos. ¿Cómo ves este escenario que nos ha tocado? Más aún ahora que se está incrementando tanto la producción. Hay muchas películas hechas en regiones, la mayoría no se ven acá en Lima, ¿qué piensas de eso?

Hay creatividad y talento para producir películas, no sólo en Lima sino a nivel de regiones. Por ejemplo, Ayacucho, Huancayo, Trujillo, son regiones que producen bastante cine. Desde el estado, todavía no hay buenas políticas implementadas para fomentar y promover la actividad cinematográfica; DAFO es la única instancia del gobierno que promueve a través de sus concursos y premia para producir películas. El dinero que destinan a veces llega a cubrir 30-40 o en el mejor de los casos, el 50 por ciento de toda la producción de una película. Eso ayuda bastante a los productores del país, debería incrementarse aún más. Pero yo lo considero una deficiencia en cuanto a una ley que reglamente.

Aquí hay una falencia en cuanto a la promoción de las películas que se producen. El circuito comercial sólo prioriza películas de Estados Unidos, somos como una sucursal de ellos. Ese es el cine que más se ve, más se consume, el que más se comercializa; a diferencia de Corea, por ejemplo, donde priorizan más sus producciones y eso hace que la calidad de su cine crezca. Hay plataformas para ver y también hay un movimiento económico, los productores pueden invertir más dinero y mejorar la calidad de las películas. Pero como no hay eso, siempre se priorizan las películas que vienen de Estados Unidos. Uno ni se entera de que películas se han producido, cuales se han desarrollado; de alguna manera los festivales pueden suplir esa falencia, pero es mínimo. Se deberían crear espacios donde se puedan proyectar esas películas, eso sería un gran apoyo para el desarrollo del cine.

¿Qué les dirías a las personas del interior que quieren seguir esta carrera artística, en el cine?

Es una pregunta recurrente que me hacen; no sólo en el cine, sino en el arte en general. Siempre hay temor de los padres o de los chicos de poder hacer una carrera en la pintura, en la música, en la actuación. Yo siempre les digo que ser artista profesional es como cualquier otro profesional, sea abogado o ingeniero; así como ellos tienen un valor, el arte también tiene un valor en la sociedad. En la medida en que se abrace con convicción el trabajo que uno hace, va a poder abrirse a un mercado. Se suele relacionar al artista con ciertos vicios de la sociedad; creen que es fumón, alcohólico, bohemio, etc. En mi caso no fumo, no soy alcohólico, porque asumo mi profesión con disciplina y trabajo e investigo permanentemente. No tengo formación académica de una universidad, pero el trabajo empírico es un camino incluso más complejo, pero rico a la vez. El hacer teatro o pintura no es sólo contar con el talento o la habilidad; puedes ser un buen dibujante pero si no tienes un contenido, simplemente haces un dibujo técnico y punto, que no trasciende.

Para trascender hay que hacer todo un recorrido, hay que tener un trabajo de investigación para saber que estás haciendo y diciendo. Lo mismo pasa en la actuación para cine; cuando yo asumo un personaje investigo quien es y que hace, para poder decir eso frente a cámaras. Eso es lo que le recomiendo a los chicos que quieren hacer una carrera artística, que lo hagan con convicción y excelencia, porque sólo así pueden abrirse un camino o hacerse un lugar en este medio. A mí me ha costado hacerme de este sitio, para que reconozcan mi trabajo no sólo en Lima, sino también en otros países de Latinoamérica, en Europa. Ahora como estoy regresando a Puno recién están conociendo el trabajo que he hecho. Desde esa experiencia trato de aportar al movimiento cultural en Puno, siempre orientando, entregando estos conocimientos a los jóvenes.

¿Qué viene luego de todo esto? ¿Cuáles son tus expectativas o tus planes? ¿Quieres rodar definitivamente en Puno, te quieres quedar allá? ¿Qué has pensado?

Yo retorné a Puno y decidí hacer mi centro allá. Ni siquiera en la ciudad; estoy construyendo una casa y voy a construir un centro en el campo, en el terreno donde vivía mi abuelo. Siempre estoy viajando; paso la mitad del año en Puno y la otra mitad afuera, porque he desarrollado mi carrera afuera, los contactos, la gente que solicita mi trabajo; no puedo dejar eso de lado y enclaustrarme en Puno. Pero sí quiero generar desde ahí un movimiento cultural en la región y que se vaya expandiendo. A futuro hay muchos planes, siempre estoy pensando en ideas de cosas que quiero hacer. Estoy detrás de organizar un cine en Puno, hacer un festival de teatro, producir una serie u otras películas ahí. En el campo he empezado a desarrollar una actividad agrícola, cultivando papas, quinua; es bonito porque también es una manera de conectarte con la tierra, producir tus propios alimentos y eso te da otro tipo de sensibilidad.

Este centro que mencionas, ¿Sería un centro multidisciplinario, como tú, o lo vas a enfocar sólo al cine y teatro?

Tiene que ser multidisciplinario de todas maneras; va a ser un centro de retiros artísticos y espirituales. La zona donde está ubicado tiene una magia y tranquilidad, por el mismo hecho de estar apartada de la ciudad y del bullicio, tienes contacto con la naturaleza, con las montañas, estando a 4,000 metros de altura. Voy a vivir ahí, voy a crear ahí y las personas que quieran sumarse siempre estarán bienvenidas. Me escribe gente de diferentes lugares que quiere venir a trabajar conmigo y voy a tener ese espacio para recibirlos y compartir mi trabajo.

 

La faceta literaria de Amiel: Willka Nina (2015)
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ENTREVISTA: Maria José Moreno 0 8261

Luego de haber obtenido una Licenciatura en Cine en la Universidad de París 8 en Francia, Maria José Moreno se gradúa de la Maestría en Dirección de Cine en la misma universidad; posteriormente obtiene un Máster en Guión Cinematográfico en la Escuela TAI de Madrid. Ha dirigido los cortometrajes de ficción Las Flores del Mal y La Rosa Náutica; y el largometraje documental Lima en la Piel.

Este último se presentará mañana sábado 26 de mayo en El Último Cine Club, como parte de su ciclo Documentalistas Peruanas Contemporáneas. La película pudo verse en la Competencia Oficial Latinoamericana del último BAFICI de Buenos Aires y se proyectará junto a La Rosa Naútica.

Nuestra colaboradora y amiga Lina Durán conversó con Majo Moreno antes de la proyección; lean la entrevista a continuación. La cita es mañana a las 6pm en Casa Fela – Jr. Camaná 323, segundo piso. Habrá un conversatorio post-película con la directora; el ingreso es libre.

 

Tú te vas a estudiar a Europa a los 19 años. Cuéntanos un poco sobre esa experiencia.

Yo estaba estudiando en el Teatro de la Universidad Católica (TUC); llevaba dos años ahí y decidí irme a estudiar a Francia. Postulé, me aceptaron y me fui a estudiar cine. La ventaja es que sabía hablar francés porque fui a un colegio francófono. Lo bueno es que la educación allá es pública; no me costó absolutamente nada. Otra ventaja para estudiantes extranjeros es que la visa te permite trabajar medio tiempo. Mi mamá no me podía pagar la vida allá; me ayudó con el pasaje y un poquito de la bolsa de viaje para los primeros meses, pero con la condición de que yo tenía que buscar trabajo.

Al poco tiempo de llegar ya estaba estudiando y trabajando. Primero hice una doble licenciatura en Cine y Teatro, y  en paralelo, siempre trabajé. Es duro, pero es el sacrificio que uno tiene que hacer para hacer las cosas que le gustan. Hay una tendencia de etiquetar a las personas que se van a estudiar al extranjero, piensan que eres una niña privilegiada, burguesa y mimada. En mi caso no fue así; yo me tuve que pagar todo, la vida, el alquiler, el transporte, la comida. Luego de acabar la doble licenciatura en Cine y Teatro, hice una Maestría en Dirección de Cine en la misma universidad, París 8, durante dos años.

Me imagino que ahí empezaste a generar esta propuesta de hacer Lima en la Piel y otros cortometrajes en Europa. ¿Cómo fue trabajar alrededor del cine ahí?

Todas las películas que he hecho, los cortos y el largo Lima en la Piel, son películas que he grabado en Perú, aunque Lima fue mi proyecto tesis de la maestría. He trabajado en el medio audiovisual de allá, en producción o como asistente de dirección o script, pero nunca he grabado un corto, a menos que no sea un ejercicio para la universidad. Todas las cosas que he hecho son totalmente arraigadas a mi país, porque sentí que eran las únicas cosas de la que podía hablar. No me nacía hablar sobre Francia o sobre Europa.

Los personajes de Lima en la Piel son personas muy trabajadoras. ¿Por qué los escogiste, que hay detrás de ellos?

Me puedo identificar con todos, porque encuentro en sus personalidades similitudes con la mía. Por ejemplo, me puedo encontrar en la fragilidad y soledad de Anita en algunos momentos de mi vida. Es un personaje muy dulce, una mujer admirable que a pesar de vivir en una condición tan precaria, no pierde la sonrisa, nunca se queja; hace su vida sin molestar a nadie. Yo la admiro por eso, porque tiene un corazón enorme, siempre está con la sonrisa y la buena disposición.

A Gloria la admiro porque es una luchadora, es una mujer que trabaja sin límites para mantener a su familia. Los mimos, Carmen y Juan, son para mí como la contraparte tierna del documental, una pareja de viejitos que se tienen y se cuidan el uno al otro, que tienen este ideal de vivir para el arte. Toda su vida han hecho el arte del mimo y dicen que lo seguirán haciendo hasta el día que se mueran. Me identifico con eso, porque también hago cine, he estudiado teatro; me identifico con esa pasión por el arte, por hacer lo que uno ama que tienen Carmen y Juan.

 

¿Cómo se inicia el proceso de esta película? ¿Empezó y terminó como querías o fue cambiando a medida que pasaba el tiempo?

Fue un proyecto que fue evolucionando por capricho del destino. Recuerdo haber estado en un curso de Cine Documental con un maestro al que admiro y recuerdo siempre; él nos hablaba mucho del cine del documentalista chileno Patricio Guzmán y nos leyó una cita suya que decía: “Una ciudad sin cine documental es como una familia sin álbum fotográfico”. Eso se quedó resonando en mi cabeza. Ahí fue cuando dije, “Tengo que hacer un documental sobre mi ciudad natal, Lima”; ahí nació la génesis de Lima en la Piel.

Me inspiré mucho en Johan van der Keuken, un documentalista holandés que admiro muchísimo y que ya falleció; él tiene un documental-retrato de Amsterdam llamado Amsterdam Global Village, donde retrata la ciudad y a través de los personajes uno va conociendo los distintos rostros de esta. Era un poco lo que yo quería hacer; Lima es una ciudad infinita, plural, tentacular de diez millones de habitantes. ¿Cómo voy a retratarla en una película? Estaba consciente de que mi documental iba a ser una muestra muy chiquita de lo que puede ser Lima, pero al menos iba a poder dar unas ciertas miradas de la ciudad aquí y ahora, una especie de instante milimétrico fotográfico frente al inminente devenir infinito del tiempo.

¿Quiénes iban a componer el documental? Cuando fui a Lima a hacer un primer trabajo de investigación no conocía a mucha gente, porque llevaba varios años en Francia. Dentro del círculo de amigos que tenía iba preguntando, “¿Conoces personas interesantes que me puedan mostrar un rostro distinto de Lima?” hasta que llegué a Anita. Una amiga me pasó la voz de un reportaje fotográfico que le hizo Paul Vallejos y La Ceguera Foto. Se titulaba “Ana María, la Puta más Vieja de Lima”, con unas fotos muy crudas, muy fuertes, pero a la vez con una belleza muy particular, donde retrataba muy bien la vida de esta prostituta mayor. Lo contacté, le hablé del proyecto y le pregunté si me la podía presentar. Al inicio fue bien cauteloso, cuidando mucho a Anita, pero confió en mí, me la presentó, ella tuvo buena conexión conmigo y nos volvimos amigas desde el primer día.

Luego estuve pensando que sería importante que haya una pescadora; me fui al terminal pesquero de Chorrillos a preguntar por una y me dijeron que había una sola, que era Gloria. Di con ella después de una larga investigación y aceptó participar en el documental. A los mimos los conocí por (la actriz) Muki Sabogal, ella me habló de esta pareja de viejitos que tenían su casita justo debajo del Puente de los Suspiros. Me pareció muy tierno, son realmente muy amorosos. Hubo una química instantánea y me adoptaron como una nieta. Me pareció lindo retratar la vejez desde el punto de vista de estos mimos. Así fue como se construyeron los personajes. Me di cuenta que el eje principal era la vejez, personas que ya están en el ocaso de sus vidas. Está la piel también, Lima como una metáfora de una piel gigante que los envuelve a todos, la ciudad donde nacieron, vivieron y donde van a morir; Juan el mimo falleció hace poco más de un año, por eso le dediqué la película. También es la metáfora de la piel vieja, deteriorada, arrugada y manchada de Anita la prostituta, la piel del pescado que Gloria despelleja; los mimos son como una piel en la que se envuelven el uno al otro. Cada personaje tiene algo que no tiene el otro; Gloria tiene a su familia, una grande donde hay amor y cariño, se apoyan los unos a los otros, pero no tiene dinero. Anita es la encarnación de la soledad, no tiene absolutamente a nadie. Los mimos se tienen el uno al otro, pero nunca pudieron tener hijos.

¿Los personajes que tuviste que editar también eran de la tercera edad?

La mayoría sí. Tres personajes quedaron fuera: la señora del corazón más grande del Perú, tiene un problema cardíaco que hace que el corazón le crezca cada vez más. La conocí en el Instituto Nacional Cardiovascular (INCOR), cuando me estaban haciendo un examen al corazón. Luego estaba Frida, la primera mujer en conducir un bus de dos cuerpos de los que hay en la Vía Expresa. También estaba la Torita, una cantante de hip hop y rap muy conocida en los sectores populares; ella iba a ser el contrapunto de juventud. Las tres mujeres eran muy interesantes, pero algo no cuajaba en la edición y las tuve que descartar. La fuerza del documental radicaba en Anita, los mimos y Gloria.

Este proyecto era tu primer largometraje y no habías vivido acá en siete años. ¿Quiénes son este equipo que te apoya?

Éramos tres personas: Christian, que hace la dirección de fotografía; José Carlos, que hace el sonido; y yo, que dirigí y produje. A Christian ya lo conocía porque fue asistente de fotografía de mi primer cortometraje de ficción. Nos llevamos muy bien y siempre hablábamos de la idea de trabajar juntos. José Carlos, el sonidista, es amigo de Christian y fue él quien me lo recomendó; felizmente nos llevábamos bien los tres, como una familia, incluso habían días en los que dormíamos juntos, llegábamos muy tarde de grabar y al día siguiente había que seguir y nos quedábamos a dormir algunas horas en la casa de Christian. Éramos como una pequeña familia, fue muy bonito. Los chicos dieron todo de ellos para el rodaje, que fue guerrero; no teníamos ni claqueta, se hacía con una palmada.

¿Cuánto duró todo el proceso?

Se grabó en dos tiempos: 10 días en verano 2013 y en julio, trece días en invierno; 23 días en total. Fue maratónico, pero lindo. Me gusta trabajar así, con un equipo mínimo. Fue riesgoso; nos metimos a zonas peligrosas de Lima, algunas personas nos decían “están locos, los han podido asaltar, les han podido quitar los equipos”. Pero igual nos arriesgamos y no nos pasó nada, por suerte.

¿Tus personajes vieron la película? ¿Qué opinaron de ella?

Hasta ahora sólo la ha visto Anita. Le gustó mucho; la vio en la proyección de Transcinema. Gloria y sus hijos han podido verla hasta ahora, porque cuando les he pasado la voz no hemos coincidido en horarios; voy a ver si pueden ir este sábado. Con Carmen la situación es un poco especial; desde que Juan falleció, ella está muy sensible con el tema. Cuando empezamos a grabar Lima en la Piel ya tenía principios de Alzheimer. Ahora está más avanzado, se olvida mucho de las cosas a mediano, corto plazo pero de Juan nunca se olvida. Ella se muere por ver el documental, pero tiene que verlo en casa de una de sus amigas en Barranco, porque va a ser algo muy fuerte, muy duro para ella.

Hay escenas que me parecieron muy bacanes porque nunca las he visto en documentales peruanos, por ejemplo la escena en el Parque de las Aguas, las personas retratando su forma de vida, sus vestuarios y estilos, etc. ¿Cómo nacen estas escenas? ¿Por qué las metes ahí? Me gusta mucho que sea otra mirada de Lima, la sentí como una reivindicación de algunas personas que son invisibles pero son parte de la Lima actual.

Como también estaba esta premisa de retratar la ciudad de Lima y sus habitantes, no me podía concentrar sólo en los personajes principales. Yo lo tomé cómo hacer también estampas de la ciudad de Lima yendo a grabar en distintos lugares. Habían personajes secundarios y personajes estampas. Los secundarios son los hijos de Gloria, por ejemplo, los que pueden salir más de una vez en la historia. Los estampa son los que salen una vez y a los que se les pregunta algo muy corto. Fuimos a grabar al Parque de las Aguas y encontramos una pareja de cantantes de música folclórica; luego fuimos a la Plaza de Armas, habían unas quinceañeras, unas novias, también las entrevistamos. Grabamos en Agua Dulce, en conciertos, etc. Esa era la idea de hacer estampas; cuando grabamos a Lima y sus habitantes salimos un poco a la superficie a respirar y luego volvimos a sumergirnos y entramos otra vez en profundidad en la vida de los personajes principales.

 

 

¿Lima en la Piel tiene algo de La Rosa Náutica?

Está libremente inspirado en el personaje de Anita, porque la protagonista de Rosa es una prostituta de cuarenta años que se enamora de uno de sus clientes, pero él sólo la minimiza y ella tiene la esperanza de que quizás en algún momento la corresponda. Está basado en una historia que me contó Anita, porque ella se inició en la prostitución a los cuarenta y me contó que se enamoró de uno de sus clientes. Me agarré de eso para escribir la historia de La Rosa Náutica, pero obviamente con matices propios, cosas que yo le he puesto.

¿Ahora estás haciendo otra Rosa, no? Cuéntanos sobre eso.

Es mi nuevo proyecto, un cortometraje de ficción experimental. Es la historia de la Rosa de El Principito, que envejece y decide ir a buscarlo. Aterriza en Lima y es una mirada a nuestra sociedad contemporánea, pesimista y decadente. Es el viaje de la Rosita buscando al Principito, errando por las calles de Lima. Es de corte surrealista; la protagonista va a llevar una máscara en forma de rosa roja que llevará puesta todo el tiempo. Una mujer con cuerpo humano y cabeza de rosa; por eso el corto se llama La Mujer Rosa.

Todos tus personajes son mujeres; siento una gran femineidad dentro de esto. ¿La construcción de ellas fue muy importante para ti?

Hay un patrón que se repite en las películas que he hecho y en la que voy a grabar. En Lima en la Piel, la mayoría de los personajes son mujeres, en mis dos cortos también son mujeres mayores y solitarias. El que voy a grabar también es sobre una mujer mayor y solitaria. No es que yo lo quiera hacer así, es algo que se ha dado porque son las cosas de las que me nace hablar. Me he dado cuenta que las películas son bien femeninas, pero es porque yo me identifico con los personajes; las entiendo y las comprendo. No me nace hasta ahora hacer una película cuyo protagonista sea un hombre.

Hay otra experiencia en el extranjero: tu película acaba de mostrarse en el Bafici. ¿Cómo le fue allá?

Para mí fue hermoso; creo que ha sido el viaje más lindo que he tenido en mi vida. La gente del Bafici eran muy amables, todos han sido muy atentos. Hermosa la experiencia de estar viendo películas todo el día. La recepción que tuvo la película también fue muy buena, muy positiva. La gente se acercaba a hacer preguntas, a agradecer; la experiencia más mágica con respecto al cine que he tenido ha sido en la última proyección de Lima en la Piel en Bafici. Cuando acabó, se me acerca una chica llorando, atragantándose con el llanto. Me dice, “Gracias, ¿te puedo dar un abrazo?” Y yo dije, “Por supuesto, ¿Qué pasa, en que te puedo ayudar?” Y me dice, “En realidad estoy muy conmovida por la película y todo lo que nos contaste al final”. La abracé, me contagió el llanto y también me puse a llorar. Nunca en mi vida había vivido algo así. Luego pienso: “Que lindo ir a otro país y ver cautivada así a una persona, que se ponga a llorar y te agradezca, que hermoso”. Si voy a hacer cine para que ocurran estas cosas tan hermosas, que bien, me estimulan a seguir haciendo más cine. Yo siempre he pensado que el cine sirve para cautivar y ese siempre ha sido mi objetivo. Fue mi primera experiencia en un festival extranjero con una película largometraje en competencia, algo totalmente nuevo pero muy enriquecedor y que no voy a olvidar nunca.

¿Y cómo le fue a la película en Transcinema?

Es un festival al que  le tengo mucho cariño; yo decidí por voluntad propia que Lima en la Piel se estrenara ahí. Pero bueno, fue un festival local, en mi país; la película tuvo cierto público, pero no la cantidad ni la acogida que tuvo en Bafici, que es un festival enorme; ahí se respiraba cine en cada rincón. Esa experiencia fue inolvidable. Pero Transcinema es un festival muy arriesgado, con una programación hermosa y para mí ha sido un honor estrenar mi película ahí, en la Competencia Transandina.

En este momento eres docente; cuéntanos un poco sobre esa experiencia. ¿Cuáles son tus planes, que has pensado hacer en cine? ¿Vas a seguir enseñando, haciendo películas?

Desde hace un año trabajo como docente universitaria de cursos de cine y audiovisual. Me gusta mucho enseñar, me parece hermoso compartir conocimiento con los alumnos y yo aprendo mucho de ellos. Pero no quiero vivir sólo de enseñar, quiero seguir haciendo cine. Sigo trabajando en mis proyectos; por ejemplo, dentro de un mes voy a grabar La Mujer Rosa y estoy escribiendo mi primer largometraje de ficción, que tiene tintes autobiográficos y habla de una infancia agridulce desde el punto de vista de una niña huérfana. Se llama Los Días Azules.

También tengo un proyecto nuevo de largometraje documental, medio autobiográfico y a la vez un retrato de otras personas que al igual que yo también tienen un problema cardíaco y están a la espera de un diagnóstico más exacto sobre lo que tienen. Se llama El Lado Izquierdo del Corazón. También es una búsqueda de mi padre, que falleció cuando yo era muy pequeña, sobre su familia, sobre el pasado de mi madre. Es una búsqueda que implica muchas cosas. No quiero hablar mucho sobre eso, pero hay dos proyectos, el documental, el largo de ficción y en verano vamos a grabar un corto de ficción con el mismo equipo de siempre, en la selva.

 

Majo Moreno junto a Anita, protagonista de Lima en la Piel

 

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